Argentina: Donde Se Desprecia el Conocimiento Especializado

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En Argentina, parece que todo da igual. Un abogado, sin la menor experiencia en economía, puede convertirse en ministro de Economía. Y así, nos preguntamos: ¿en qué quedó la especialización? ¿Dónde están los criterios de competencia? Es un claro reflejo de cómo se desprecia el conocimiento especializado. Es indignante ver cómo en vez de valorar la formación y la experiencia en el campo, todo se reduce a un juego de favores y posiciones. Esta falta de seriedad y de respeto por las especializaciones no solo daña las instituciones, sino que también nos priva de políticas bien fundamentadas y efectivas. 

Mirá el mercado laboral de Ciencias Políticas. Vos estudiás cinco, seis, siete años… te especializás, investigás, y después, ¿qué? Te encontrás con un mercado laboral que se cae a pedazos, con una economía que no te garantiza ni siquiera la estabilidad que necesitas para planificar tu vida. Y, peor aún, la política se convierte en un circo mediático donde el mérito y el conocimiento valen poco y nada. A eso sumale que acá, el politólogo muchas veces termina siendo un asesor a la sombra, un tipo que trabaja para una cara conocida. No hay espacio para el análisis serio, porque estamos siempre parchando la crisis de turno.

En Chile por ejemplo invierte en el trabajo de los politólogos y apoya la creación de think tanks y centros de estudio. La política chilena valora el análisis y la planificación a largo plazo, entendiendo que la ciencia política es esencial para construir un estado más sólido y menos propenso a los vaivenes.

En EE.UU., los politólogos juegan un rol crucial porque el sistema político y las políticas públicas se basan en análisis rigurosos y datos para la toma de decisiones. Universidades, think tanks y el gobierno valoran sus aportes para diseñar políticas, comprender dinámicas electorales y fortalecer la democracia. Esto se traduce en oportunidades laborales y una mayor influencia en la política.

En Argentina, no se le da la misma prioridad porque suele prevalecer una visión más coyuntural y menos técnica en la toma de decisiones, donde el análisis del politólogo no siempre se integra de manera formal. Esto lleva a que se pierda el aporte de expertos en la evaluación de políticas, el fortalecimiento institucional y la gestión eficiente del Estado, lo que podría mejorar la gobernabilidad y la calidad democrática del país. Acá, los tipos que estudiamos y nos formamos, que leemos a Weber, a Laclau, a Foucault, nos miran como si fuéramos una especie en extinción,  vale más el que grita más fuerte, el que tira frases vacías, que el que de verdad entiende cómo funcionan los sistemas de poder y cómo se deben tomar decisiones para mejorar un país. Así estamos, arrastrándonos con parches y soluciones temporales, en lugar de construir un país sólido con bases firmes.

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