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Estamos acostumbrados  a que el lugar del líder sea ir adelante. Y desde ese primer lugar indicar los objetivos a seguir, motivando a que todos avancen, administrando recursos, premiando y corrigiendo, diciendo cómo y cuándo hacer o dejar de hacer. Nos imaginamos al líder como el general de un ejército, como el capitán de un barco, lo identificamos como “aquel que va adelante”.

Nos olvidamos que también se puede marcar el camino desde la última posición. Para eso traigo a cuento dos figuras. Una la del pastor de animales (ovejas, cabras, llamas, etc.), quién va atrás del rebaño. Y la otra figura es la del lobo alfa, quién va último en la fila.

La posición de retaguardia permite dos acciones, una es la de controlar, viendo todo lo que pasa en la manada o rebaño. Y la otra es de protección. Proteger a los más débiles, a los que se quedan atrás, ayudar a los que se salen del camino. Estar en primer lugar mirando hacia adelante podrá indicar el camino, pero no permite ver lo que realmente pasa.

Estar en la posición de “retaguardia” o “ir atrás” en un equipo de trabajo implica seguir marcando el rumbo, definiendo objetivos y metas, proveyendo recursos, motivando, dando instrucciones, pero también implica escuchar, generar confianza, dar seguridad, dejar que los demás hagan, involucrarse en lo operativo solo cuando sea necesario, saber cómo, cuándo y a quién poner sanos límites, enseñar y facilitar, respetar a todos los integrantes del equipo, acompañarlos y alentarlos a crecer y desarrollarse. En resumen tener una actitud de servicio basada en la humildad y en el afecto al equipo.

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