1) Buscá toda la información necesaria para abordar el tema.
Así tu interlocutor no va a poder tomarte por sorpresa, te vas a sentir más seguro y tu imagen va a reflejar profesionalismo. Si no conocés realmente el tema trasfondo de la negociación, corrés el riesgo de ser fácilmente manejable, de ser manipulado a aceptar un acuerdo que no coincide con el objetivo propuesto.
Además se recomienda saber de la otra u otras personas que participan del trato, cómo es su estilo comunicacional (asertivo, agresivo o inhibido), la urgencia que tiene en llegar a un acuerdo, cuál puede llegar a ser su objetivo, etc.
2) Usá los recursos de la asertividad.
En Hacedores ya te contamos que la asertividad es una habilidad comunicacional y justamente, es muy eficiente para llevar adelante negociaciones. Cuidá tu lenguaje corporal, tus gestos deben ser amables para favorecer a un clima distendido y tu postura debe ser firme para demostrar confianza.
Recordá ser empático, tratar de entender el punto de vista de la otra persona para así poder mejorar tu proposición. Escuchá atentamente lo que dice el otro para demostrarle interés y respeto e intentá percibir qué es aquello que no dice… ahí está oculta la clave del éxito.
3) Mantené la calma.
Llegar a un trato justo para dos partes enfrentadas puede ser muy estresante, no conviene perder la tranquilidad. Si te notás alterado o ves que tu objetivo se te escapa, no dudes en retomarlo comunicándoselo a tu interlocutor.
Proyectá una imagen calma y segura de vos mismo pero sin que se te escape tu meta, acordate que estás ahí para un fin concreto.
4) Nuca tomes decisiones apurado.
Si necesitás más tiempo para pensar la propuesta, si crees que no estás seguro con el resultado de la negociación, es preferible pedir una pausa para meditarlo o bien, pedir posponer y retomar unos días después.
Si optás por la última opción, fijá fecha y hora de la próxima reunión, no evadas la negociación.
5) Por último, recordá este proverbio:
No tienes lo que mereces, tienes lo que negocias.