Las emociones en la toma de decisiones

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Estamos acostumbrados a pensar que lo correcto a la hora de tomar decisiones es pensar en lo más conveniente dejando de lado las emociones. Creemos que somos seres racionales con y que podemos dejar las emociones de lado. Nos enseñan que los adultos controlamos nuestras emociones, y que en los negocios las emociones no sirven para nada.

Según la ciencia moderna somos seres emocionales que razonamos. Nuestra inteligencia y capacidad de avanzar en la vida, y también en los negocios, depende de nuestra capacidad de integrar nuestras emociones y nuestra razón.

Las emociones son una predisposición para la acción, son un mecanismo biológico de reacción automática, que calcula o valora la mejor posibilidad para nuestra supervivencia. Se generan en nuestro cerebro, en el sector límbico, a partir de un estímulo externo (captado por nuestros sentidos) o internos (provocados por nuestros pensamientos).

La función de las emociones es ser una guía para nuestro comportamiento. Las emociones nos predisponen para acciones distintas.

El enojo aumenta el flujo sanguíneo a las manos, haciendo más fácil empuñar un arma o golpear a un enemigo; también aumenta el ritmo cardiaco y la tasa de hormonas que, como la adrenalina, generan la cantidad de energía necesaria para ejecutar acciones de lucha.

Cuando sentimos miedo, la sangre se retira del rostro y fluye hacia las piernas favoreciendo la huida. Por otra parte, el cuerpo segrega hormonas que generan inquietud, fijando la atención en lo que consideramos una amenaza para evaluar la respuesta más apropiada, generando un primer momento de quietud hasta dar esa respuesta.

 La tristeza nos ayuda a asimilar una perdida, a elaborar un duelo. Cuando estamos tristes nos sentimos con menos energía y entusiasmo, nuestro metabolismo se vuelve más lento, y no tenemos ganas de salir. Es momento de llorar por la pérdida sufrida, o una esperanza frustrada,  de analizar sus consecuencias y planificar, para cuando las energías y ganas retornen volver a comenzar.

La felicidad inhibe los sentimientos negativos y aquieta los estados que generan preocupación. Esto hace que tengamos más energía disponible y nos sintamos tranquilos. Es así que los estados de felicidad y alegría nos ayudan a ser más creativos, a mantener el foco, afrontar dificultades, a ver más posibilidades, y alcanzar nuestros objetivos.

Dependiendo de la emoción que estamos transitando vamos a tomar decisiones diferentes. No es lo mismo tomar una decisión en un momento de enojo, en donde vamos a querer a castigar o tomar revancha, que en un momento de felicidad en donde vamos a ser arriesgados, o en un momento de miedo en donde vamos a actuar defendiéndonos o con demasiada cautela.

Ser consciente de la emoción en la que estamos es más que necesario para poder tomar la decisión más conveniente. No dejarnos arrebatar por la emoción a la hora de decidir no significa reprimirla, sino saberla gestionar. Gestionar las emociones implica reconocerlas, aceptarlas, transitarlas, analizarlas y dejarlas ir. Cuando se hayan ido, pero si tomando en cuenta la información que nos han dado, tomar la decisión.

Integrar la emoción a nuestro proceso decisorio incluye, a parte de su gestión, tomar la información que nos dice. Toma emoción nos está indicando la realización de una acción. No tomarla en cuenta suele ser la base de su represión. Tampoco es cuestión de reaccionar directamente, sino responder inteligentemente a ella, de un modo racional. Y aquí unimos lo emocional con lo racional.

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