Visión y proceso organizacional para el compromiso

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Uno de los mayores desafíos de los líderes de equipo es que todos acepten y comprendan hacia donde van, y luego se comprometan a hacer realidad esa visión.

El primer paso es definir la visión organizacional, y el segundo, compartirla con todos. Pero esto no es suficiente para que las personas tengan una visión global de la organización y mucho menos para que se comprometan a ella. Es necesario dar a conocer el proceso organizacional global, y hacer consciente a cada integrante del subproceso o tarea en la que trabajan, de modo que puedan tener noción de cómo están contribuyendo a la generación de los resultados de la organización.

Conocer cuál es papel de cada equipo y de cada individuo dentro del proceso organizacional colabora a tener idea de lo que hacen los demás, y como ellos mismos influyen sobre el trabajo del resto de las personas. Ser consciente de lo que hacen todos y de poder contar que hacemos nosotros, ayuda a que todos podamos ver los porque y los para qué de cada actividad diaria.

A su vez, partiendo de estas bases podremos tener un mapa de los compromisos que integran los circuitos del proceso organizacional. Todo proceso puede ser dividido en partes más pequeñas hasta llegar una tarea o acción. Esta tarea o acción implica un compromiso que trae implícita una promesa asumida por alguien.

El poder comprender el proceso organizacional como una cadena o como una red de promesas nos permite asumir los compromisos de un modo diferente. Podemos mirar a nuestros objetivos y a nuestras tareas como compromisos que hemos asumido, como promesas que hemos hecho. El cumplimiento de esas promesas es necesario para poder hacer frente a las demandas de los clientes, el pago a los proveedores, las responsabilidades con los empleados, las obligaciones tributarias, etc. En definitiva honrar los compromisos permite sobrevivir en primer lugar, y en segundo lugar crecer y desarrollarse, moverse al futuro deseado, a la visión planeada.

La falta de compromiso en la realización de las promesas asumidas lleva a la pérdida de confianza, daña la identidad de las personas y la imagen organizacional, genera pérdida de tiempo y de dinero. Tomar conciencia de las consecuencias de no cumplir con una promesa, de cómo se perjudica a la organización, a los clientes, a las otras áreas, a nuestro propio equipo, y también a nosotros mismos, nos da dimensión de lo que estamos haciendo.

Tener conciencia del todo, y como nuestro proceder influye en los resultados globales, y como a su vez esa influencia llega a tocarnos a nosotros mismos, sin duda colabora en ser más responsables y comprometidos.

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