Con este #Reto de 21 días te proponemos “Darte cuenta”, ayudándote a centrarte en el momento presente para vivir de forma más plena, aprendiendo a gestionar la ansiedad, el estrés y la incertidumbre de todos los días de una manera más saludable, siendo más consciente de lo que ocurre en tu interior (cuerpo y mente) y también de lo que ocurre a tu alrededor, viéndolo con claridad y perspectiva.
👉 Mindfulness se aprende experimentándolo en primera persona, así que te acompañaremos con sesiones de prácticas a lo largo de todo el Programa, con la intención de ayudarte a integrarlo en tu día a día.
Mindfulness es una habilidad que cualquier persona puede entrenar
HORARIOS (on line en vivo vía Zoom):
Módulos teórico-prácticos: Miércoles: 7/7 – 14/7 – 21/7 – 28/7 de 19:30 a 21hs (ARG)
Sólo Práctica: Lun, Mar, Jue y Vie del 7/7 al 28/7 de 19:30 a 20hs (ARG)
No requiere experiencia previa. Te esperamos!
Para inscripciones y/o más información:
🔹E-mail: info@espaciofloreser.com
🔹Whatsapp: + 54 9 11 4050 7884
Hoy quiero hablarte sobre la vulnerabilidad.
Durante muchos años, la consideré como una debilidad, me esforzaba por mantener mi “vulnerabilidad” refugiada tras una armadura. No estaba bien visto expresar nuestros sentimientos, sobre todo en el trabajo, no teníamos permitido “sentir” ni exponernos emocionalmente. En la ecuación sólo se admitía la perfección y el éxito, y no había lugar para inseguridades, miedo y menos para el fracaso.
Con el tiempo, y mucho trabajo personal, la resignifiqué como una de las mayores fortalezas. Sentir significa ser vulnerable. Estar vivo es ser vulnerable.
Anular nuestra vida emocional atenta contra nuestra felicidad. Necesitamos darnos el permiso de ser humanos.
Somos humanos y es normal sentirnos vulnerables, necesitamos aceptar nuestra propia vulnerabilidad, sobre todo en el contexto que hoy nos toca vivir. Es el elemento indispensable de la felicidad, la creatividad y la conexión con los demás.
En el video te comparto una frase de Theodore Roosevelt que define a la vulnerabilidad como el momento de animarnos a exponernos a la incertidumbre, al riesgo emocional y a saber que somos suficientes.
La frase fue extraída del gran libro “Frágil, el poder de la vulnerabilidad”, de Brene Brown, una gran profesora e investigadora sobre el tema.
Te invito a ver el video completo y, luego, a responder algunas de las preguntas que propone la escritora:
🔸 ¿Qué hay detrás del miedo a ser vulnerables?
🔸 ¿Cómo nos estamos protegiendo de la vulnerabilidad?
🔸 ¿Cuál es el precio que pagamos por desconectarnos de nuestra vulnerabilidad?
¿Cómo es el vínculo con tu vulnerabilidad? ¿te das permiso para sentir?
https://youtu.be/n-BLWNS0tfo
“La habilidad de hacer una pausa y no actuar por el primer impulso se ha vuelto aprendizaje crucial en la vida diaria” (Daniel Goleman)
Frecuentemente dejamos que la máxima velocidad y la urgencia por hacer y estar siempre ocupados guíe nuestra vida. Estar siempre disponible lo asociamos con “productividad personal”. Y nos olvidamos de prestar atención al agotamiento emocional o cansancio mental que sentimos muchas veces, como consecuencia de este ritmo y esta forma aprendida de “ser productivos”, sobre todo en el contexto tan complejo que nos toca vivir en la actualidad.
Consideramos que la pausa es una pérdida de tiempo que nos alejará de cumplir nuestros objetivos.
Hoy quiero invitarte a re-significar el valor de la pausa. No se trata de dejar de hacer, sino de generar un cambio interno en la manera en la que pensás e interpretás lo que hacés.
“Hacer” y “No hacer” son las dos caras de una misma moneda y una es tan necesaria como la otra. La velocidad convive con la lentitud; la luz con la sombra; la actividad con la calma. Ninguno es mejor que otro, ambos se complementan; solo basta observar estos ritmos en la naturaleza, en el pulso de las mareas, el movimiento entre las estaciones, la salida y la puesta del sol..
Hacer pausas es parte de vivir y respirar. De hecho, entre la inhalación y la exhalación hay una pausa. El propósito de parar es permitir que suceda algo más.
JIm Loehr y Tony Schwartz, en su libro “El poder del pleno compromiso”, dicen que necesitamos un descanso para renovar nuestra energía cada 90 o 120 minutos. “No es la intensidad con que gastamos energía la que provoca el burnout, el descenso del rendimiento o el quiebre físico, sino el tiempo de desgaste sin recuperación”. “Hacer nada”, con la intención de “hacer nada”, nos ayuda a recuperar energía para poder rendir al máximo cuando lo necesitamos.
La pausa es importante para organizarnos, para conectar con otros, para nuestra creatividad, comunicación, para cambiar de perspectiva, y sobre todo para nuestra salud mental y bienestar..
Ser capaces de habilitar pausas en nuestras vidas puede hacer que el sentido del tiempo se multiplique y te canses menos. Las pausas funcionan como una puerta a otras alternativas y posibilidades, aportando una mayor dimensión a nuestras vivencias.
Soy una convencida de que “Somos lo que practicamos” y todo en la vida es cuestión de práctica, entrenamiento y generación consciente de nuevos hábitos.
Por eso es que quiero invitarte a ponerlo en práctica.
Podés empezar por prestar atención a si haces pausas en tu vida, dónde las haces y dónde te gustaría detenerte un poco más
El desafío es aprender a parar y conectar con cuál es tu intención al pausar.
Podemos practicar la pausa para re-conectarnos con las cosas simples que nos generen bienestar, para cultivar nuestra paciencia, para renovar nuestra energía…
Para mí, conectar con mi propia respiración, es una forma de pausar, de renovar mi energía, de clarificar mente para dar lugar a nuevas ideas…
Te invito a detenerte y respirar, siendo consciente de como el aire entra y sale de tu cuerpo
A frenar tu ritmo de vida y observar a tu alrededor.
Permitite darte un tiempo para vos. Permitite aprender a parar.
¿Cuál es tu relación con la pausa? ¿Lográs parar? ¿Te cuesta dedicarte tiempo para vos?